La escuela deseada, la escuela soñada
EN LA ENTRADA DEL COLEGIO HEMOS ENCONTRADO ESTE CURSO UN PANEL MUY DIVERTIDO DONDE PODEMOS EXPRESAR NUESTROS DESEOS SOBRE UNA ESCUELA IDEAL..........
Os dejo ahora con el artículo…vale mucho la pena leerlo, contiene lo que a nuestro entender son las claves para una nueva escuela, totalmente necesaria, hoy más que nunca. Si os apetece, compartidlo.
La escuela deseada
Instrucciones para soñar despierto
Todos hemos ido a la escuela. Fuimos felices o desgraciados en ella pero sea como sea nos marcó para siempre. Para un adulto su escuela es, ante todo, una vivencia y una remembranza. Una invención, en realidad, porque la vida no es lo que uno vivió sino lo que uno recuerda y la memoria, decía John Dewey, es una experiencia sustituta.
Por ello el deseo de una escuela mejor siempre está rodeado de la nostalgia del recuerdo y de la esperanza futura en una mejor educación. Porque ¿quién no ha deseado una escuela mejor que la suya? Para sus hijos, para sus nietos, o para trabajar en ella. Todos aspiramos a una escuela excelente aunque discrepemos sobre cómo debe ser esa escuela ideal. Hay muchas expectativas, muchas exigencias y muchas esperanzas depositadas en esa escuela soñada.
Sin embargo los sueños adolecen de dos grandes debilidades: no son decisiones y no son acciones. Para transformar verdaderamente la escuela hay que soñar despierto, hay que liberarse de la nostalgia y también de la esperanza vana. Aquel que quiera renovar la escuela debe convertir su sueño en propósitos y sus propósitos en acciones. A mi entender esa es la contribución realista y poderosa que puede regenerar realmente la escuela, tanto como ciudadanos, como padres o como docentes.
Del sueño al propósito
Si tuviera que elegir un propósito específico, un reto importante para hacer tangible el deseo de una escuela mejor, propondría la personalización de los aprendizajes: un aprendizaje para cada necesidad y un lugar para cada persona. En otras palabras, formularía que el gran reto de la educación actual es diversificar sin excluir.
Personalizar sin excluir no significa individualizar sino todo lo contrario pues el proyecto último es ofrecer a cada uno el mejor lugar entre nosotros. Un buen lugar en el seno de la familia, de la comunidad, de la sociedad y, en consecuencia, un buen lugar en la escuela. Y este lugar no puede ser un espacio excluyente sino un lugar común que se habita en pie de igualdad y dignidad.
Personalizar los aprendizajes
Personalizar la educación desde el papel del docente puede adoptar infinitas formas pero quizás sea útil destacar algunas de ellas. Propongo tres ámbitos para esta diversificación: el de los contenidos, el de los procesos y el de los resultados.
Diversificar los contenidos significa, simplemente, que no todo el mundo aprende lo mismo. A diferente contenido, diferente grado de complejidad, diferente contextualización, diferente acompañamiento… Es tan simple como aprender a leer leyendo libros diferentes, a interpretar tocando canciones diferentes, a redactar escribiendo textos sobre temas diversos. Se trata de abordar el currículo de forma selectiva estableciendo prioridades según las necesidades personales.
A diferentes procesos, diferentes caminos: trabajo individual, en pareja, en pequeño grupo… A partir de múltiples ejemplos, presentados abierta y libremente, o explorando una idea o un concepto para hacerlo tangible. Ir de lo general a lo específico, de lo concreto a lo abstracto, de lo conocido a lo ignorado, de la hipótesis personal al conocimiento científico. Permitir la autorregulación y la toma de decisiones sobre cómo aprender.
A los niños les gusta trabajar en grupo, socializarse; propongámosles retos a todos y ayudemos a construir equipos donde solamente hay grupos. Diversificar los procesos puede ser combinar amistades, promover asociaciones dispares o afrontar la complejidad desde lo heterogéneo y no desde lo uniforme. Y puede ser, también, respetar la soledad (algo muy difícil en la escuela actual) pues los niños también gozan con el ensimismamiento, con la reflexión silenciosa, en retiro. Dejemos tiempos y espacios de libertad para que cada persona explore, reflexione o juegue; en la escuela, en casa… en cualquier escenario.
Y, finalmente, diversificar los resultados esperados: los productos, las realizaciones, los proyectos… todo lo que nos permite visibilizar el aprendizaje, pues sin producción el aprendizaje es algo mental, esquivo e invisible. ¡No convirtamos un convencional ejercicio escrito en la forma principal de evaluar lo aprendido! Aceptemos la creatividad en los productos, la versatilidad y la diferencia. Busquemos una evaluación que sirva para demostrar lo aprendido, no para sancionar lo que se ignora.
Diversificar el aula
Diversificar el aula es la consecuencia ineludible de personalizar los aprendizajes. Un aula diversificada no es un aula tradicional, no cuenta con que todo el mundo esté haciendo lo mismo de la misma manera, trabaja de manera totalmente diferente. El aula es entonces un espacio compartido en el que se crean las condiciones para que el aprendizaje sea posible – aprendizaje que es personal en convivencia y en colaboración con otros.
En un aula diversificada hay movimiento, interacciones, multiplicidad de tareas… hay cierto desorden, hay conflictos, hay ruido sin duda. Requiere aceptar la incertidumbre, ceder parte del control y del mando. Diversificar el aula exige conceder poder para empoderar a los alumnos. Dar libertad de acción aun a riesgo de perder oportunidades, tiempo o recursos. No es posible dar “una lección” a cada alumno en este contexto. Hay que asumir un papel de sosegado acompañamiento, de diligencia adulta, de disponibilidad afectiva. La docencia se basa en la serenidad, no en la paciencia como creen algunos.
Celebrar la singularidad
Si el aprendizaje es personal la singularidad del alumno gana relevancia, un alumno que es aceptado tal y como es y alentado a ser mejor. Aceptar no significa conformarse, en realidad quiere decir partir del aprendiz , de cada persona única y extraordinaria. Aquí la personalización debe comprender, por lo menos, tres fuentes de singularidad: las diferentes capacidades de cada uno, los diferentes deseos y motivaciones y, finalmente, las diferentes estrategias de aprendizaje que todos tenemos.
Desarrollar en cada uno su potencial es una aspiración permanente de toda buena escuela. No todos tenemos las mismas aptitudes, ni las mismas capacidades; aceptar esa diferencia nos obliga a no renunciar a que TODOS aprendan. Nada de “niveles” pues hay tantos “niveles” como alumnos en clase. Nos obliga a proponer una enseñanza que estimule a cada uno a ir más allá de lo que le resulta fácil y cómodo, no un justo medio que empobrezca a todos. Significa exigir a cada uno el esfuerzo indispensable para llevar a cabo un objetivo asequible que enriquezca sus conocimientos, sus competencias y sus valores.
Tampoco tenemos todos los mismos intereses, afinidades o pasiones. Ignorar la existencia del deseo no lo hace desaparecer sino que hace que el aburrimiento y el desinterés campen a sus anchas, alejando el trabajo comprometido y el esfuerzo de las aulas, así que hay que gestionarlo y estimularlo. Y lo que verdaderamente nos motiva es la autonomía para actuar, la evidencia del progreso o la finalidad con que hacemos las cosas. Hay que dar motivos para la motivación, articular todo este escenario de afectos e intereses con tacto pedagógico y firmeza a la vez. Aceptar sus deseos y sus intereses para, sin duda alguna, llevarlos más allá.
En tercer lugar hay que considerar el perfil singular de aprendizaje de cada persona. Afortunadamente en los últimos años han aflorado múltiples perspectivas para afrontar este tema: la pedagogía de la gestión mental, las inteligencias múltiples, las contribuciones de la neurociencia… Entender los diferentes modos de pensar, de comprender, de imaginar, nos ofrece herramientas muy poderosas para mejorar el aprendizaje.
Soñar despierto
Uno desearía encontrar el propósito justo, la medida oportuna, el camino correcto que nos llevara a esa escuela soñada… pero no existe tal itinerario pues la educación es demasiado compleja, demasiado orgánica para dejarse atrapar en un sueño. Así que no nos queda otro camino que el trabajo permanente en propósitos, medidas, decisiones provisionales e insuficientes. Un caminar que es también búsqueda. Nos queda soñar despiertos y actuar en una escuela siempre provisional pero algo mejor, algo diferente, a la del curso anterior, a la de hace unos años, a la de nuestra infancia.
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